miércoles, 20 de febrero de 2013

Al igual que Superman, tú también vas a morir


Superman es probablemente el icono del cómic más conocido en todo el planeta, sin lugar a dudas es el superhéroe más famoso. Sus historias y películas han sido leídas y vistas por millones de personas, tal es su fama que incluso cuando los guionistas del cómic decidieron que Superman debía morir a manos de Doomsday, un ser diseñado para ser indesrtuctible, esto se convirtió en noticia y apareció como tal en prensa y televisión.

La verdad es que Superman más que un superhéroe parece un dios, de hecho, no faltan las referencias implícitas o explícitas entre Superman y Jesucristo, los guionistas de los cómics han jugado y mucho con esa semejanza. Por ejemplo, en Kingdom Come, no solo la trama se guía por el Apocalipsis de la Biblia, sino que el regreso de Superman a Metrópolis parece la segunda venida de Jesucristo.  Pensemos en el origen de Superman: este es enviado por su padre a la Tierra para que actúe como una luz que guíe a la humanidad, ¿no nos recuerda esto un poco al mito del cristianismo? Otras veces la referencia no está en el guión, sino en la parte gráfica, no es difícil encontrar pruebas de ello:
Lo interesante es que Superman, como dios o como superhéroe, murió, y si incluso los dioses pueden morir, entonces nosotros no seremos una excepción. Querido lector, al igual que Superman, tú también vas a morir, la muerte simplemente nos está esperando.

Saber que vamos a morir nos suele crear zozobra, sobretodo la primera vez que pensamos en ello. Ser conscientes de que vamos a morir es quizás nuestra característica más genuina, se piensa que de todo el reino animal somos los únicos que nos damos cuenta de ello, y quizás sea así, aunque el caso de los elefantes, sea tal vez similar al nuestro, es posible que ellos también sean conscientes de que la muerte les aguarda.

La muerte está ahí, acechando en cada esquina, en cada sombra, no sabemos cuándo, ni cómo, ni dónde moriremos, pero sí sabemos que moriremos. Esta verdad irrefutable nos infunde entre otros sentimientos; miedo, y el miedo, si no aprendemos a manejarlo nos vuelve manipulables.

Pero ¿qué es la muerte? La muerte es el no ser, la no existencia, la nada absoluta. La muerte quizás sea el hecho más democrático de todos, no importa cual inteligentes o tontos seamos, si somos ricos o pobres, si somos guapos o feos etc. más tarde o más temprano, la muerte nos alcanzará a todos, absolutamente a todos. La muerte, en concreto el saber que estamos condenados a ella, nos desafía porque ni siquiera podemos imaginar en qué consiste estar muerto. Podemos pensar y reflexionar sobre la muerte, e incluso podemos imaginar un mundo en el que no existimos, pero no podemos imaginar en qué consiste el no existir. El no existir es ausencia de sensaciones, de sentimientos, de pensamientos, el mero hecho de imaginar ya incluye todo esto, por lo que no podemos hacernos una idea de en qué consiste.

La vida es una breve e insignificante isla en el océano de la no existencia. En efecto, antes de estar vivos no existíamos y cuando la muerte nos alcance dejaremos de existir, es como si nuestra posición fuera simétrica, hacia el futuro y hacia el pasado, Schopenhauer lo expresaba así(1):




La condición de no-ser después de la muerte no difiere de la condición anterior al nacimiento. Por lo tanto, la una no puede ser más lamentable que la otra.






Pero aquí habría que matizar algo, aunque la no existencia de antes de nacer en nada se diferencia de la que nos espera, el hecho de que ahora estemos vivos es lo que hace que nos interrogemos por lo que viene y no por lo que fue, lo pasado, pasado está, y lo que nos preocupa es lo que nos pueda deparar el tiempo futuro. Sí, dejaremos de existir, pero la muerte eterna, a la no existencia absoluta, a esa, ya la hemos vencido(2), no importa cuando muramos, si pronto o tarde, nada puede cambiar el hecho de que hemos existido, un breve instante en el tiempo del universo, pero ese ha sido nuestro instante, nuestra existencia nos ha arrancado de las garras de la nada absoluta, somos los afortunados de una lotería de dimensiones cosmológicas.

Nuestra muerte, escondida tras el telón insondable del futuro dimensiona y redimensiona de forma paradójica nuestra vida. Hace que cuanto vivamos sea único e irrepetible, nos empuja a saborear y a disfrutar, de esta, nuestra existencia. Pero al mismo tiempo es un amargo recuerdo de lo fútil de nuestros objetivos, por ello el ser conocedores de nuestra propia muerte nos alienta y nos desalienta, nos deja en un impás, en una incertidumbre sobre lo que somos y lo que queremos ser. Jesús Mosterín lo expresa así(1):



El conocimiento de la muerte, la certeza y premonición de la muerte arroja una sombra ambigua sobre nuestra conciencia de la vida. Por un lado, añade urgencia y seriedad a la vida. Cada evento y episodio de nuestra vida se vuelve único, urgente y en cierto modo sagrado. Por otro lado, subraya la futilidad de cuanto pretendemos y anhelamos.



Pocas cosas hay peor para los seres humanos que la incertidumbre, intentamos eludirla, reducirla, esquivarla. El no saber, el no tener certezas, en última instancia nos atenaza con el miedo. Ese miedo a la muerte, a la no existencia, a esa incapacidad de poder imaginar qué es el no existir, a no poder aceptar que el no existir, simplemente no es, riega y alimenta nuestro miedo. Ese miedo a la muerte, ha sido y es uno de los motores de las religiones, las cuales con sus credos y dogmas pretenden apaciguar nuestra zozobra, ¿pero es esto lo mejor que podemos hacer? No necesariamente, el miedo no suele ser buen consejero, Bertrand Russell se expresó así respecto al miedo a la muerte y la religión(1):

Todo miedo es malo y debería ser superado no mediante cuentos de hadas, sino mediante el coraje y la reflexión racional. Creo que cuando me muera, me pudriré y nada de mi yo sobrevivirá. No soy joven, y amo la vida. Pero desdeño temblar con terror ante la idea de la aniquilación. La felicidad no es menos auténtica porque un día deba acabarse, y el pensamiento y el amor no pierden su valor porque no duren eternamente




Russell está en lo correcto, además no hay nada que temer de la muerte, a día de hoy, todavía no ha habido mejor argumento al respecto que el que esgrimío Epicuro. Este antiguo filósofo griego nos enseñó porqué no debemos temer a la muerte, pues cuando ella está, nosotros ya no estamos, nada puede hacernos y nada en consecuencia debemos temer:





La muerte no es nada para nosotros, pues, mientras nosotros existimos, la muerte no existe, y tan pronto como la muerte existe, nosotros ya no existimos. Por lo tanto, la muerte no concierne a los vivos ni a los muertos, pues para los primeros ella no existe y los segundos son ellos los que no existen.



Así pues, no debemos temer a la muerte aunque esta es inevitable. La muerte, nuestra muerte, es algo completamente personal de lo que no podemos librarnos ni nadie puede salvarnos. Cuando Superman se enfrenta a Doomsday es consciente a lo largo de la batalla de que probablemente no va a sobrevivir, él elige aguantar hasta el final y sacrificarse para salvar la vida de los ciudadanos de Metrópolis, pero en realidad, Superman no puede salvarles la vida, lo único que puede hacer es conseguir prolongarla evitando que mueran ese día. La muerte, antes o después, acabará por dar cuenta de los habitantes de la ciudad, así pues, de nuestra muerte, no puede librarnos ni el más poderoso de los superhéroes, pero no nos dejemos asustar por la inevitabilidad de nuestra muerte. Superman, en esa, su última batalla, es buen ejemplo. Consciente de que va a morir no siente miedo, no se deja atenazar por la inminencia de su muerte, no teme a la muerte, y eso le convierte en un superhéroe, pues es capaz de elegir sus últimos actos. En lugar de ser temeroso, elige dar sentido a su vida con sus últimas decisiones. Deberíamos ser un poco como Superman, aceptar que moriremos, sin miedo, con paz y tranquilidad, y aprovechar nuestra breve existencia para hacer que esta merezca la pena. Recordemos que ser consciente de nuestra muerte nos ayuda a entender mejor qué es la vida, nuestra vida. La muerte hará insignificante nuestras pretensiones pero al mismo tiempo convierte en precioso e irrepetible cada instante, cada latido, de esta, nuestra breve existencia, en última instancia se trata de pensar un poco la muerte, para vivir la vida.


Para pensar más:
-(1) Mosterín, Jesús. La naturaleza humana. Año 2008. Espasa Calpe. Madrid.
-(2) Savater, Fernándo. Las preguntas de la Vida. Año 2008. Ariel.
-Russell, Bertrand Historia de la filosofía occidental. Tomo I. Año 1901.

9 comentarios:

  1. Este tema lo discutí con un compañero de clase cuando estudiamos a Epícuro. Yo defendía que el miedo a la muerte era absurdo pero el me dijo que en realidad el miedo no es solo a la muerte y a lo desconocido, el miedo es a un posible dolor.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Adrián, habría que distinguir dos situaciones. Una la del miedo a la muerte, es decir a dejar de existir y otra el miedo al acto de morir, el cual puede ser doloroso. Así pues se puede no tener miedo a la muerte y al mismo tiempo se puede tener miedo a morir dolorosamente.

      Eliminar
  2. Muy buena entrada sobre la muerte y su influencia en las personas.
    Mencionas la muerte eterna o la no existencia absoluta, refieriendote a no nacer. Me cuesta ver la no existencia de un ser como la muerte, aunque te refieras a ella como eterna. Para que haya muerte, debe haber habido vida y, en este caso, no la habría.
    Siguiendo este argumento deberíamos suponer que estamos rodeados de muerte al no nacer muchos seres, ya sean de origen humano, vegetal, etc.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Penélope, bien señalado. Cuando estás muerto no existes, no quiere decir que al revés tenga que ser así, es decir, estar muerto es no existir, pero esto no implica que no existir sea estar muerto. He utilizado ese símil “muerte=no existencia” para darle más fuerza al texto, aunque quizás tendría que haberlo hecho con más cuidado para no dar a pensar lo que señalas.

      No obstante, el argumento no pierde fuerza. Si lo que nos acongoja es la no existencia, a la peor de todas, la no existencia absoluta, ya la hemos vencido. El hecho de que vayamos a estar muertos, es decir, que dejemos de existir no puede hacer nada contra el hecho de que hemos existido.

      Eliminar
  3. Quizás tema más a la muerte de los otros que a la propia. Como Epicuro, creo que mi muerte no me afecta, pero si que echaré de menos a ciertas personas, si mueren antes que yo. Eso si que me acongoja.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola María, exacto, son dos cuestiones completamente separadas, nuestra muerte y la muerte de los otros, esa se merece una entrada en el blog por si sola.

      Una breve reflexión sobre el tema. Tendríamos que fijarnos que normalmente lo que nos acongoja es la muerte de los seres queridos, su pérdida, en cierta manera nos disminuye pues perdemos algo de nosotros mismos. Al mismo tiempo todos los días muere gente, incluso niños en todas las partes del mundo y no sentimos la menor congoja, ¿será por qué somos egoístas?

      Eliminar
    2. En mi caso, creo, mi cerebro no daría abasto. Solo puedo preocuparme de un cierto número de personas. Si me preocupo por todas, acabo por no preocuparme de ninguna.

      Eliminar
  4. Increíble post, me ha dejado literalmente sin habla. Como aficionado a los superhéroes nunca me hubiera imaginado que se pudiera sacar tanto jugo de sus historias. Me ha encantado tu blog, sigue así!

    ResponderEliminar