jueves, 28 de junio de 2012

Capitán América y la eugenesia positiva


La segunda guerra mundial asola buen parte del planeta, las fuerzas del eje parecen imparables, su ejército parece muy superior al resto. Para poder detener el avance de las tropas del eje el gobierno de EEUU decide poner en marcha el programa renacimiento. Un programa especial que convertirá mediante una mejora genética a los soldados estadounidenses en supersoldados. El primer sujeto con el que se realiza la portentosa transformación es Steve Rogers, un voluntario que siente el deber de hacer algo para detener a las fuerzas de Hitler. El físico de Rogers es patético, nunca le dejarían ir al frente como soldado, sería carne de cañón en el primer asalto, pero la operación renacimiento le da la opción de convertirse en el mejor soldado que haya existido jamás. El ensayo es un éxito y Rogers se convierte en el primer supersoldado, no obstante, las fuerzas del eje consiguen acabar con el científico que ha hecho la operación renacimiento posible, y no sólo eso, sino que consiguen destruir el material necesario para volver a repetir el proceso, esto hace que no vaya a existir un ejercito de supersoldados, lo único que les queda es Steve Rogers, el cual se acaba convirtiendo en el Capitán América.

En un artículo1 aparecido en Philosophy Now, Major Todd A. Burkhardt se plantea la cuestión de si es ético el crear un ejercito de supersoldados. Para Burkhardt existen condiciones bajo las cuelas sería ético mejorar seres humanos para convertirlos en supersoldados. Según Burkhardt, para que sea ético poner en marcha una operación renacimiento, como la que creó al Capitán América en el mundo del cómic, deben darse al mismo tiempo dos condiciones, las cuales son:

-Que podamos reconocer fácilmente a nuestro enemigo como un mal deshumanizado que intenta negarnos nuestro derecho a la autonomía.
-Que la situación pueda considerarse como una emergencia suprema.

En un principio parece que la segunda guerra mundial reunía estas condiciones, por lo que podemos considerar que convertir a Steve Rogers en el Capitán América fue ético. Imaginemos un futuro cercano donde la tecnología permite crear supersoldados. En ese futuro surge una situación bélica donde se cumplen las condiciones de Burkhardt, ¿deberíamos empezar a generar supersoldados? Burkhardt diría que sí, pero según lo veo, ese "sí", debería ser condicional, es decir, estaría éticamente permitido sí y sólo si lo que creamos son auténticos Capitanes América. Me explico.

El Capitán América no sólo es una persona con un portentoso físico que lo convierte en un superhéroe. Además del físico, el Capi tiene una inteligencia fuera de lo común y está dotado de unos férreos principios éticos. Esta combinación es lo que hace que el proyecto funcione. El Capi no seguirá, y de hecho no sigue, a pies juntillas las órdenes que se le dan si considera que no son éticamente aceptables o si son absurdas. Al Capi no se le podrá usar para generar injusticias, ni mucho menos el Capi podría cometer los actos criminales que han cometido algunos militares en la vida real y que todos hemos conocido por la televisión. Por eso, esa parte intelectual del Capi es tan importante, de no tenerla, más que supersoldados tendríamos supermatones. Si soldados normales han sido capaces de cometer ciertas atrocidades aprovechando su posición de poder, ¿qué atrocidades podrían realizar esos "supersoldados" cuyo poder es tan superior al del común de los mortales?

La creación del Capitán América no sólo nos permite reflexionar sobre cuando sería ético crear supersoldados, además, nos pone sobre la mesa otro tema muy interesante, la eugenesia. La eugenesia no tiene muy buena prensa, lo cual es normal teniendo en cuenta lo que ha acontecido en el pasado. La concepción moderna de la eugenesia se la debemos a Francis Galton. En un principio, la idea de la eugenesia se orientó a impedir la reproducción de determinados seres humanos, como los débiles, los escasamente dotados, etc. No hace falta señalar hasta que punto se llegó a desarrollar está idea bajo un régimen como el Tercer Reich. Una vez que se conoce esto poco se puede decir sobre este tipo de eugenesia. Ahora bien, el avance de la ciencia y la tecnología nos está poniendo a la puerta de realizar un tipo distinto de eugenesia. Mediante técnicas de modificación genética podríamos mejorar a los seres humanos, podríamos hacerles más inmunes a determinadas enfermedades o por ejemplo, modificar los embriones para impedir que desarrollen algún tipo de minusvalía que lleven codificada en su ADN. A la eugenesia de Galton se la conoce como eugenesia negativa, al nuevo tipo de eugenesia se la llama eugenesia positiva. El caso del Capitán América es un claro ejemplo de eugenesia positiva, si la tecnología lo permite ¿deberíamos realizar este tipo de modificaciones en los seres humanos?

En el libro "Bioética. Principios, desafíos, debates"2 se abordan algunas de las posturas que se adoptan a este respecto. Por ejemplo, para Michael Sandel3 no deberíamos hacerlo. Una de sus razones viene a ser el clásico argumento de enseñoramiento sobre la naturaleza que representa la ingeniería genética. Es común oír este tipo de argumento bajo la forma "estamos jugando a ser Dios". Lo primero que uno puede plantearse es ¿y por qué no podemos "jugar a ser Dios"? Como ha señalado John Harris4 el perfeccionamiento de seres humanos no es algo nuevo, es algo que hemos estado haciendo siempre que hemos podido, ¿acaso desarrollar gafas o lentillas, o realizar operaciones quirúrgicas en los ojos no son mecanismos de mejora de seres humanos? Si estamos dispuestos a aceptar estas técnicas de mejoramiento por qué no podemos aceptar las mejoras mediante ingeniería genética. Aquí Sandel argumenta que no es lo mismo, para él la medicina respeta la naturaleza y permite que los seres humanos desarrollen sus capacidades naturales, en cambio, la eugenesia positiva da un paso más allá y le pierde el respeto a la naturaleza. Queda claro que Sandel está cayendo en la falsa dicotomía entre lo natural y lo artificial donde lo natural no se sabe muy bien por qué, pero es siempre bueno. Pablo de Lora y Mariana Gascón en el libro anteriormente mencionado desmonta de forma contundente la postura de Sandel:

Aparte de que la distinción es artificiosa y presupone, de nuevo, que lo natural es necesariamente bueno, la preocupación de Sandel se difumina si concebimos la eugenesia positiva como una suerte de <<suplemento>> a lo ya dado por la naturaleza o, alternativamente, una corrección semejante a la que provoca el tratamiento de la enfermedad. Hay, por último, un argumento todavía más definitivo, a nuestro juicio. Entendida la <<naturaleza>> simplemente como el conjunto de todas las cosas existentes sometidas a las mismas regularidades que estudia la ciencia natural, nosotros, los seres humanos, nuestras prácticas y actitudes -que incluyen combatirla hostilidad del medio en que vivimos y la lotería de sus efectos- no dejan de ser igualmente <<naturales>>, con lo que nuestro empleo de la ingeniería genética para la reproducción humana no puede ser sino un producto de la naturaleza, naturaleza que al fin y a la postre respetamos cuando tratamos de perfeccionar al individuo introduciendo cambios en su genotipo.

Supongamos que ya tenemos la tecnología para realizar esos cambios genéticos. Supongamos que sabemos que un embrión cuando se convierta en un humano adulto va a desarrollar algún tipo de enfermedad genética, teniendo los medios para evitarlo ¿no deberíamos hacerlo? ¿Cómo justificaríamos nuestra inacción a la persona cuando desarrolle dicha enfermedad? Por otro lado, habría que tener cuidado con la legislación que desarrolláramos para permitir estas técnicas. Por ejemplo, se debería desarrollar una legislación que impidiera que fuera el estado el encargado de elegir que mejoras realizar, sólo así podríamos impedir acabar en el mundo feliz de Huxley5. Por otra parte, se puede argumentar que este tipo de técnicas aumentarían la brecha entre ricos y pobres, serían los ricos los que podrían acceder a estas tecnologías y no los pobres. Pero esto es un problema que se puede evitar fácilmente, simplemente habría que introducir este tipo de técnicas dentro de la seguridad social, del mismo modo que la seguridad social cubre la vacunación, para así mejorar el sistema inmunitario de las personas alérgicas, igualmente podría cubrir las técnicas de ingeniería genética.

La posibilidad de la eugenesia positiva está cada vez más cercana, para poder enfrentarnos a los desafíos éticos que nos ponga sobre la mesa vamos a necesitar un debate racional y sosegado. Dejarnos llevar por medios irracionales o por una confianza desmesurada, puede llevarnos a los infiernos. Un infierno podría ser aquel debido al miedo irracional, donde la gente sufre enfermedades que se podrían haber evitado mejorando así su vida. Otro infierno posible sería aquel donde la confianza ciega y acrítica ha permitido que los gobiernos acaben diseñando a su población. Sólo un debate racional y responsable nos permitirá aprovechar lo mejor de los nuevos avances científicos-tecnológicos en nuestro propio provecho.

Para pensar más:
1- Operation Rebirth: Captain America and the Ethics of Enhancement en Philosophy Now
2- Bioética. Principios, desafíos, debates
3- The Case against Perfection. Ethics in the Age of Genetics Engineering
4- Enhacing Evolution. The Ethical Case for Making Better People
5- Un mundo feliz
Capitán America. El primer vengador 

3 comentarios:

  1. Suena bien, pero esperar un debate nacional y sosegado, tomando en cuenta la plataforma política del partido republicano en Texas USA, de explicitamente prohibir la educación en pensamiento critico, francamente suena utopico (el debate).

    Saludos.

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  2. Hola Juan Carlos. Emepcemos con un debate aquí en España, que no es poco, y luego ya veremos

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  3. Muy interesante, aunque si algo he aprendido de las innovaciones en un campo que no ha sido muy modificado artificialmente, sumado a la posible falla humana, los primeros sujetos de prueba pueden llegar a ser demasiado afectados, como es el caso de muchos héroes y villanos y no conseguir una vida "normal" y quedar renegados del la sociedad en la que vivimos.

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